Gusto por la verdad (Por Ailin Pereyra)
Hace unos días, en los premios Tato de Capit, escuche el discurso de un periodista que hablo con mucha precisión sobre la actualidad del periodismo. «En que lío estamos metidos», repetía con su premio en la mano, mientras que con su risa encontraba complices entre la audiencia. Lo que decía, no podía ser tan cierto. Estando a días de recibirme y habiendo elegido esta profesión me permito hacer cierta observación y expresar mi deseo (casi necesidad) de cambio.
La realidad de intereses políticos, económicos y de poder en la que se ve sumergido el periodismo está afectando a la sociedad en las cuestiones más cotidianas. Se ha desvirtuado casi en su totalidad el principal eje de la profesión, que es informar, a pesar de todo.
En los principales diarios nacionales, la lucha de opiniones no deja espacio para la información cruda, auténtica, sin retoques ni recortes. Se puede apreciar cómo los intereses del medio reinan en bajadas de línea explícitas o se traslucen a través de palabras, frases o fuentes. La no noticia, el no decir esto o lo otro, es otra de las variantes que usan los medios cuando prefieren no criticar o no favorecer. Los periodistas y las grandes empresas han perdido el sentido de la ética moral y periodística que debería caracterizarlos. Regidos por el deseo de poder o dinero pierden el rumbo y desinforman.
¿Quién quiere leer un diario en donde un país sea todo color de rosa? o ¿Quién quiere enterarse sólo de la basura? Nadie. La audiencia se encuentra en la desesperada búsqueda de recuperar la confianza que cada vez se pierde más, en el camino por respuestas objetivas, precisas y completas. Se habla de falta de libertad de expresión, de censura, pero nos olvidamos que cada uno escribe y dice lo que quiere, omitiendo, por consecuente, lo que le parece.
Se ha perdido el gusto por la verdad, hemos ganado un empobrecimiento de las ideas y la constante distorsión de la realidad. El sabor amargo que nos deja el vernos atrapados en un círculo vicioso de mentiras y ocultamientos nos pone en contra de nuestros propios ideales de libertad.
Por utópico que parezca, tengo la esperanza de que en un futuro, no muy lejano, nuestra profesión deje de guiarse por lo intereses políticos o de las grandes empresas. Las posturas enfrentadas no debieran existir en una realidad única. Si bien la verdad absoluta no existe es nuestro deber informar con la mayor objetividad posible. Confío en la posibilidad de que en algún momento expresar nuestras opiniones no sea mérito de la bajada de línea de otros, no implique mentira, tergiversación y ocultamiento, sino que de un hecho concreto se desprenda nuestra información.