Crónica de un no robo: El fantasma del miedo
No sabía si escribir o no escribir, porque en última instancia no pasó nada, pero porque pegó en el palo y salió.
Ayer a la noche estaba volviendo a mi casa y me avisa mi esposa que había tocado timbre alguien con actitud sospechosa. Ella no atendió, por miedo, y el muchacho decidió irse -llevando de tiro una moto-.
Yo estaba a pocas cuadras, entonces aceleré mi marcha, por miedo. Diez segundos después me vuelve a llamar para decirme que no entre el auto porque había alguien en el techo, que llame a la policía, y sin darme tiempo a nada me cortó. Yo estaba a una cuadra y media, los nervios me podían. Cuando llegué a la esquina de casa frené la marcha para observar si veía algo raro en la obra en construcción de la esquina, y lentamente llegué a mi casa. Pero no bajé, ustedes dirán que poco valiente, deja a la esposa sola. No es así, la casa está enrejada en todos lados, y además me encontré con un “sujeto” que al verme pasar lentamente en el auto intentó esconderse en el garage de la casa vecina, su moto estaba estacionada sobre la vereda y dije para mis adentros: “Hace de campana”.
No me daban las manos para llamar a la policía. Mientras daba la vuelta a la manzana a toda velocidad me vuelve a llamar mi esposa para decirme que no baje ni intente entrar el auto, que ella ya llamó. “Quedate tranqui le dije, estoy afuera vigilando”. En ese momento aparece un móvil policial, y respiré. Juro que el móvil llegó en menos de 10 segundos, y seguidamente otro móvil. Pero mientras di la vuelta a la manzana el “sujeto campana” de la moto ya no estaba.
Expliqué la situación, el policía me dijo “abrime, por dónde se va al patio”. Le abrí y algunos entraron rápidamente, otros fueron por la casa de al lado y treparon. Mi señora no podía abrirles los candados del patio por los nervios, y el miedo. Abrí yo.
Los policías finalmente no encontraron nada, uno de ellos salió a toda velocidad a buscar al posible delincuente en la calle, a ver si lo encontraba en su huida.
Gracias muchachos policías, por haber llegado tan rápido.
Y eso es todo, al menos en cuanto a la crónica policial. Pero como escribí hace tan solo unos meses, no es todo para el que se queda adentro, enrejado hasta la médula, con miedo, hiper atento a cualquier ruidito, a cualquier sonido. Paranoiqueando sobre nuevas medidas de seguridad, sobre coordinaciones estratégicas para no dejar la casa sola, para no dejar la panza grandota esa expuesta al miedo.
Yo, que siempre renegué de la inseguridad porque la consideraba un discurso mediático efectivo para manejar el humor social, para desviar la atención del verdadero foco del problema que es la desigualdad, los excluidos, los nadies, los nada. Yo, que siempre me vanaglorié de haber caminado las calles más peligrosas de Capital a cualquier horario y en 10 años nunca me pasó nada.
Yo, que realmente no sufrí ningún hecho delictivo con violencia física, siento miedo. Miedo por mí y más que nada por quienes quiero.
Que triste Argentina, y que pena Arrecifes que tengamos que vivir con miedo.
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