Zabaleta tercero en ovaciones
Comenzaron a pasar las formaciones de los equipos en las pantallas gigantes del Maracaná y el aplausómetro sirvió para medir el feeling de la hinchada argentina con los jugadores. La cima del podio fue para Messi, lógico e indiscutido. Lo siguió Di María, cada vez más querido por la gente. ¿Y quién quedó tercero? ¿El “Kun” Agüero? ¿”Pipita” Higuaín? ¿Mascherano? No, la ovación recibida por Pablo Zabaleta superó a figuras que -en teoría- se zambulleron con mayor profundidad en los corazones.
Será porque Zabaleta es un ganador, con la camiseta albiceleste y con la de su club, Manchester City. Será por lo que juega. Será porque sólo presencias poderosas como las de Messi y Mascherano lo privan de ser el capitán. Será por su seriedad, por la mesura con la que habla y la vehemencia con la que disputa cada pelota. Será porque se muestra como un tipo inteligente dentro y fuera de la cancha. Será por el cariño que contagia el tatuaje de su madre que se hizo en el pecho. Ella lo acompañaba a las prácticas y era su sostén emocional. La muerte de su madre le dolió en el alma a Zabaleta, pero a la vez le templó el espíritu.
Así como en Brasil los laterales -fantásticos ellos- parecen materializarse por generación espontánea, Argentina pena por cubrir esos puestos. Por ejemplo, Marcos Rojo figura entre los titulares que mayor desconfianza generan. El problema es que no sobran las alternativas. De allí la tranquilidad que transmite la presencia de Zabaleta en la franja derecha de la defensa.
Lo que le falta a su juego en la Selección es la capacidad que alcanzó en Inglaterra para aparecer por sorpresa en las inmediaciones del área rival. Así llegó a marcar goles clave para Manchester City. El juego argentino, menos vertical, más orientado al toque y al control, le quita repentización a las subidas de Zabaleta. Cuando traslada demasiado la pelota sus movimientos se hacen previsibles. De todos modos, con el 4-3-3 funcionando a pleno y los “cuatro fantásticos” espantando zagas adversarias, las excursiones ofensivas se reducen sensiblemente. A Zabaleta le toca entonces concentrarse al máximo para no quedar mal parado si se desata un contragolpe.
Pocos recuerdan que disputó tres Mundiales Juveniles, uno con la Sub-17 y dos con la Sub-20. En el último de ellos, disputado en Holanda en 2005, llevaba la cinta de capitán. A Zabaleta se subordinaban dos jovencitos que hacían maravillas en aquel equipo dirigido por “Pancho” Ferraro: Lionel Messi y Fernando Gago. Fueron campeones. Tres años más tarde, en los Juegos Olímpicos de Beijing, Sergio Batista le confió a Zabaleta la camiseta número cuatro. Argentina arrolló a Brasil en semifinales y se alzó con la medalla de oro tras batir a Nigeria. Son dos títulos que lo acreditan como un hombre de Selección acostumbrado a los festejos.
Cuánta falta le hubiera hecho a Diego Maradona contar con Zabaleta en Sudáfrica 2010. Terminó improvisando a Otamendi en el lateral derecho y por allí se filtraron numerosos ataques alemanes la tarde de la masacre (0-4). Otamendi es un gran zaguero central, al igual que Fabricio Coloccini, pero Pekerman utilizó a Coloccini de marcador de punta en Alemania 2006. ¿Se entiende entonces lo que cuesta encontrar figuras consagradas para el puesto en nuestro país? Y hay mucho más. Argentina fue campeón mundial en 1978 con un central jugando de cuatro (Sergio Olguín), mientras todo el país le reclamaba a César Menotti que convocara a Vicente Pernía, por entonces uno de los puntales del Boca del “Toto” Lorenzo. Bilardo llevó a Néstor Clausen a México, pero el esquema de líbero y stoppers le quitó chances. En Estados Unidos 1994 la camiseta fue de Roberto Sensini, otro que rendía mucho mejor en el centro de la defensa.
El único lateral derecho con todas las letras de la era moderna se llama Javier Zanetti, una estrella en Italia, idolatrado por los “tifosi” de Inter al cabo de dos décadas de carrera en el club. La cruz de Zanetti es la que carga su generación: no haber ganado nada con la Selección en los torneos de mayores. En ese sentido, Zanetti fue un símbolo de las oportunidades perdidas. Jugó dos Mundiales (1998 y 2002) sin suerte, al igual que sus compañeros.
Esa es la historia que está decidido a cortar Zabaleta. Para eso llegó al Mundial en óptimas condiciones físicas y anímicas. Viene de ser campeón de Inglaterra con los celestes del City, equipo que integra junto al “Kun” Agüero y una constelación internacional. Llegó allí en silencio, sin que se esperara tanto de él. Cuando San Lorenzo vendió su pase a Espanyol de Barcelona tampoco se aguardaban maravillas. Zabaleta apretó los dientes e hizo lo suyo, y al cabo de tres temporadas en Cataluña los británicos se fijaron en él. Fue en 2008. Desde entonces no hay forma de que alguien le robe la titularidad. En Manchester lo adoran y en Inglaterra lo respetan, al punto de que fue elegido el mejor lateral derecho de la Liga Premier.
Para Sabella es imprescindible contar con Zabaleta. Es la clase de jugador que cada técnico elige entre sus top. En el picado del barrio, tras el pan y queso también se busca al Zabaleta de turno. El que saca pecho y va para adelante. No sólo juega bien, sino que contagia de energía positiva al resto. Lejos de las polémicas, cerca del trabajo.
De un buen tiempo a esta parte se sabe que Argentina está partida al medio. Todo lo bueno que genera en ataque corre el riesgo de derretirse por culpa de las dudas defensivas. No surgió un central de los kilates de Roberto Ayala, o al menos no está maduro para soportar la presión de un Mundial. En esa línea, tan propensa a la fragilidad, Zabaleta es el que aporta mayor solidez. En la medida en que sus compañeros se empapen de esa tenacidad y alcancen una media de rendimiento similar las posibilidades de llegar lejos en Brasil treparán a toda velocidad.
Fuente: http://mundial2014.lagaceta.com.ar/