Una ley pensada para ayer (Por Enrique Carrier)
La evolución tecnológica hace evidente uno de los errores estructurales de la Ley de Medios: no dar un tratamiento diferenciado a redes y contenidos, “divorciados” como consecuencia del impacto de la digitalización de ambos.
Originalmente a cada red correspondía un servicio único y determinado: a la de TV por cable, el video; a la de telefonía, la voz. Ninguna estaba en condiciones técnicas de transportar el contenido de la otra, generando universos estancos que daban lugar a regulaciones independientes.
Con la digitalización, todo aquello susceptible de ser digitalizado puede ser transportado por una misma red, con lo que éstas dejaron de ser de uso exclusivo para un contenido determinado. Como resultado, mientras en el mundo analógico la diferencia se daba por el servicio, íntimamente ligado a la red de transporte, en el digital surgen dos sujetos claramente diferenciados: quien pone la infraestructura de distribución y quien genera contenidos. La ley ignora esta distinción. Trata a los operadores de cable como empresas de medios, pero no como proveedores de infraestructura. Lo inverso ocurre con las empresas de telecomunicaciones.
Así, regulando en forma diferenciada redes que son cada vez más difíciles de distinguir, surgen las asimetrías. A los operadores de TV por cable se les imponen restricciones en términos de cobertura geográfica y de participación de mercado, que no existen para las empresas de telecomunicaciones.
Por otra parte, mientras los primeros ofrecen TV, las segundas están impedidas, aunque técnicamente podrían hacerlo. Todo esto termina afectando a la sociedad en su conjunto, ya que en el mundo moderno las redes digitales son infraestructura básica para la sociedad y la economía.
*Especialista en telecomunicaciones.
Fuente: Perfil.com