Entrevista Reynaldo Sietecase sobre su nuevo libro Kamikazes.

El periodista analiza la última década del kirchnerismo y cuestiona la discusión maniquea que se está dando en el país entre oficialistas y opositores. También analiza el rol de los medios, el sindicalismo, la estatización de YPF y las cuentas que el gobierno aún tiene pendientes.

Cuando Reynaldo Sietecase subió a recibir el premio Martín Fierro por su labor periodística en Radio del Plata, en mayo de este año, dijo que era un momento difícil para hacer periodismo en Argentina. Por entonces, Jorge Lanata agitaba desde la pantalla de TN –una de las nueve señales de cable que el grupo Clarín maneja en Buenos Aires–, la campaña «queremos preguntar». Sietecase y Lanata habían sido compañeros de trabajo en distintos emprendimientos periodísticos, como la revista Veintiuno. Pero ya no. Esa noche, Sietecase dijo: «Escuché a mucha gente hablar de las preguntas. El periodismo tiene que preguntarle al poder político. Pero también hay que preguntarle al poder económico porque en una democracia, el poder político y económico, tienen el mismo poder.» De allí, cuenta ahora, surgió la idea de Kamikazes (los mejores peores años de la Argentina). A lo largo de diez capítulos, el escritor y periodista rosarino –que actualmente está al frente del programa Guetap, de lunes a viernes entre las seis y las diez de la mañana, por radio Vorterix– aborda distintos aspectos de la historia y el presente políticos desde 2003, cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia de la Nación, hasta acá. El conflicto por las retenciones móviles, la tragedia ferroviaria de Once, la expropiación de YPF conviven en este relato con un análisis riguroso sobre la continuidad de la burocracia sindical, la emergencia de una juventud militante, los avances en materia de Derechos Humanos, entre otros temas que abarcan los últimos diez años. «Desconfío de los análisis que describen a los buenos como buenos y a los malos como muy malos», advierte Sietecase en el prólogo. «Para mí es importante Kamikazes porque publiqué doce libros entre poemas, crónicas y novelas, pero éste es el primero que tiene que ver con el periodismo», dirá al comienzo de la entrevista en su departamento ubicado en la zona entre Once y el shopping del Abasto. Como si aun en detalles imperceptibles, estuviese interesado en buscar los bordes donde las cosas no son rotundas.

–¿Por qué elegiste un subtítulo con las palabras «mejores peores»juntas?

–Cuando recibí el Martín Fierro, se generaron algunas discusiones. Apunté, entre otras cosas, que los periodistas no están para aplaudir a los funcionarios. Tampoco están para ser fiscales de la patria. A partir de entonces me quedó zumbando en la cabeza esta suerte de discusión maniquea que se viene viviendo en Argentina donde si criticás al gobierno nacional sos un traidor a la patria y si acordás con una política determinada es porque te compró el kirchnerismo o algo así. Me parece un análisis demasiado simplote. Por eso empecé a madurar la idea de mostrar cómo he visto estos diez años. Suelo decir que esto no es Disneylandia ni Bagdad después del bombardeo norteamericano. O sea, éste no es un gobierno tan bueno como la presidenta declama ni tan malo como la oposición apunta.

–Pero hay periodistas que se escudan en los matices o en una supuesta neutralidad como si la realidad no fuera una construcción ideológica.

–No soy neutral. Yo soy de formación cultural y familiar de izquierda. Desde ahí hablo, opino, me muevo. Es decir, desde ahí analizo la realidad. A mí no me da lo mismo que el Estado intervenga o no, no me da lo mismo que se respeten los derechos humanos o no. Desde esa subjetividad cuento lo que pasa. En ese sentido, es verdad que no hay objetividad. Lo que me parece raro es que la ideología, la defensa de “la causa” o de determinados grupos mediáticos se anteponga a la realidad. Porque si se omite un hecho o se manipula información, es una construcción falsa. Los hechos son objetivos, después hay una mirada subjetiva sobre ellos y en eso radica la construcción. Lo que veo, y me preocupa, es que en nombre de determinados posicionamientos políticos, económicos e ideológicos, deje de ser importante la verdad.

–El primer capítulo, justamente, está titulado «Periodismo en medio de la guerra».

–Porque me parece que el conflicto del campo primero y la presentación del proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual poco después marcan un quiebre en estos diez años para el gobierno. Además ahí aparece un asunto que tiene que ver con mi historia personal. Estuve trabajando en una radio comprada por Electroingeniería, Del Plata, y paralelamente en un canal, América, que era de De Narváez y de Vila-Manzano. O sea, dos medios que tenían posturas distintas en relación con el gobierno. Cuando se comenzó a discutir la ley de medios, la cosa cambia. Por entonces conducíamos Tres poderes en América con Gerardo Rozín y Maximiliano Montenegro. El canal veía esa ley como una amenaza política y económica. Además, habíamos perdido la confianza de las autoridades de América tras una entrevista rigurosa a uno de los dueños de la empresa que nos contrataba: Francisco De Narváez. Lo que para nosotros fue un ejercicio de libertad de prensa, para ellos fue una afrenta. El canal necesitaba más que periodistas. En pleno debate de la norma en el Congreso, en los medios del grupo se repartieron pulseras verdes con la leyenda: «HASTA AK». Finalmente, el programa fue levantado.

–También decís en ese capítulo: «Néstor Kirchner fue el primer dirigente que comprendió que los medios son actores políticos con los que se puede pactar y, eventualmente, disputar espacios de poder».

–En diciembre de 2003 entrevisté a Cristina para la revista Veintiuno, quien entonces era senadora. Estaba Néstor esperándome. Me dijo que Cristina iba a llegar en un rato, me llevó a pasear por Olivos y en ese momento empezó a hacerme señalamientos sobre una nota que yo había escrito sobre su vínculo con Elisa Carrió. Tenía una precisión increíble con las preguntas. Entonces le pregunté si leía las revistas y los diarios porque me parecía rarísimo que alguien leyera con tal detenimiento. Y me respondió: «Yo leo todo». Fue una revelación. Evidentemente tenía una preocupación por lo que decían los medios y estaba dispuesto a discutir hasta el párrafo de una nota. O sea, estaba dispuesto a discutir el relato periodístico de una manera fuertísima. Kirchner fue el presidente que más rápidamente se dio cuenta de que se puede negociar con los medios, pactar, confrontar con los medios. También me sorprende su vínculo con la economía.

–¿En qué sentido?

–Porque Kirchner se da cuenta de que es difícil que un gobierno, aún en las peores circunstancias pierda una elección, si la economía funciona bien. Por eso tenía una obsesión con los números. De la misma manera, esa obsesión le hizo cometer errores graves como la intervención del Indec.

–Señalás aciertos como la renegociación de la deuda, la nacionalización de los aportes de los trabajadores y la implementación de las Asignación Universal por Hijo. Pero también señalás deudas, como la reforma impositiva, la ley de entidades financieras y la de coparticipación.

–Para hablar me paro desde lo que el kirchnerismo no hizo. O sea, en el libro se apuntan las cosas que hizo bien y las que hizo mal. Y en ese sentido, me parece más grave lo que no hizo y pudo hacer. Es inexplicable que no se haya hecho una reforma fiscal. ¿Por qué no se modificó esto de que la renta financiera no pague ganancias? Y a lo mejor se podría haber eliminado el impuesto a las ganancias en la cuarta categoría y, por ejemplo, poner un impuesto a los salarios altos. Porque es una falacia lo que dicen los dirigentes sindicales de que no se debe pagar impuesto al trabajo. Se paga impuesto al trabajo en todos los países occidentales. Pasa que en Argentina el mínimo no imponible es muy bajo.

–Estamos haciendo esta nota luego del paro convocado por Hugo Moyano y la CGT disidente. Vos también tenés una caracterización del movimiento sindical y de Moyano en particular.

–Es uno de los dirigentes más poderosos de Argentina. Yo siempre destaqué su oposición a las políticas neoliberales de los ’90 y eso lo acercó a Kirchner. Pero él mismo dijo que se trataba de una alianza estratégica. Lo raro es que un año después de haber estado gritando a favor de la reelección de Cristina, esté pidiendo que se vaya. Por un lado, creo que es muy difícil generar una línea opositora dentro del gremio de Moyano, como en de Oscar Lescano o Gerardo Martínez. Ahora bien, los gordos son una cosa y Moyano es otra. Es una injusticia mezclarlos. Y a la vez es una injusticia que los gordos sean ahora los principales aliados del gobierno. Y es una paradoja que el tipo que defendió a capa y espada al gobierno, ahora sea su principal crítico.

–¿Te parece que se trata de una disputa estrictamente sindical o a la vez política?

–Dentro del peronismo nunca hay dos gallos en el mismo gallinero. Esta es una pelea del sindicalismo pero sobre todo, del peronismo.

–El libro también se ocupa de historizar ciertas cuestiones. El capítulo VIII, por ejemplo, está completamente dedicado a la sistematización de temas energéticos y a la historia de YPF.

–Sí, obviamente que debí tocar el tema de YPF. En ese caso una de las preguntas era: ¿se puede acompañar la expropiación de YPF a pesar de que, en su momento, cuando estaba en Santa Cruz, Kirchner apoyó la venta de YPF y cuando estuvo en el poder le regaló al grupo Eskenazi la posibilidad de entrar casi sin pagar? Se puede, sí. Pero en caso de que no nos olvidemos de aquello. Como periodista, me siento en la obligación de contar todo. Porque si escuchás al gobierno, es un gesta gloriosa. Y no está mal. Es una empresa que nunca se tendría que haber vendido. Pero en general, el kirchernismo no acepta críticas ni hace autocríticas.

–Pero muchos funcionarios y medios esperan cualquier señal política para leerla como un signo de debilidad, sobre todo en esta coyuntura.

–El diálogo no me parece debilidad. Pero bueno, yo no estoy gobernando. Eso lo tienen que analizar los gobiernos: el de Macri, el de Cristina o el de quien sea. Me parece que hay una dinámica donde el kirchnerismo pone en el mismo lugar a Macri o al socialismo. Sin embargo, el socialismo le votó casi todas las leyes importantes. Y en el periodismo pasa lo mismo: estás conmigo o estás contra mí. Yo elijo contar lo que pasa y lo hago de la manera en que me parece que debe hacerse. Después vos, como gobierno, podés poner la excusa que quieras. Una vez entrevisté a Lula cuando aún era candidato a la presidencia, luego de una huelga muy dura alentada por el PT. Y me dijo: «Una cosa es estar del lado de afuera tirando piedras y otras es estar gobernando. Nosotros vamos a tener que aprender a dar ese salto». Es más fácil estar de este lado, contando lo que pasa. Es mucho más difícil solucionarle el problema a la gente. Por eso no hago política.

–Pero entonces ¿en qué consiste formar opinión? ¿No es acaso un rol político?

–Sí, puede ser. Pero no es a lo que me refiero. Yo hablo de crear conciencia crítica. Aspiro a una sociedad justa. Por eso mis observaciones críticas hacia cualquier gobierno tienen que ver con que uno siempre pide más: más justicia social, que la gente viva mejor, que la democracia dé cada vez más respuestas. Desde ese punto de vista, puede ser que uno esté haciendo política pero está ligada a generar conciencia. Y eso también puede implicar dudar de mí. Es decir, si alguien duda de mí y de lo que digo, bienvenido sea. Porque acá el tema es reforzar la idea de ciudadanía. Por eso no sólo alcanza con contar lo que pasa, hay que contar por qué pasan las cosas que pasan. Si no, es una mirada aséptica. Pero la carga ideológica que le ponemos al relato no debería alterar la realidad, afecte a quien afecte. Eso no ayuda. Es mi opinión. Es mi manera de contar.

Fuente: http://tiempo.infonews.com

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By Minuto Arrecifes

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