Antes que sumarse a las críticas de los accionistas y de los medios de comunicación que defienden sus intereses, los pueblos y políticos europeos deberían prestar atención a la renacionalización de la empresa YPF por parte de Argentina e inspirarse en su experiencia de la última década.

El cambio, es ahora… Alentado por su victoria electoral, el jefe de Estado impone su voluntad al presidente del Banco Central, instituye un control de cambios y anuncia que va a nacionalizar un sector clave de la economía malvendido al sector privado trece años antes. Dos miembros del gobierno, nombrados por decreto a la cabeza de la gran empresa redevenida pública, expulsan en el acto a los antiguos patrones. La Comisión Europea, pero también The Wall Street Journal y The Financial Times (“un acto mezquino de piratería económica”), dejan estallar su cólera. El semanario The Economist recomienda incluso que el país “pirata” sea excluido del G20 y que sus ciudadanos (que votaron mal) no puedan viajar al exterior sin visa.

El Estado en cuestión no se encuentra en el Viejo Continente. Se trata de Argentina. “Somos el único país de América Latina, y casi diría yo, del mundo, que no controla sus recursos naturales”, justificó la presidenta Cristina Kirchner, el pasado 16 de abril, al nacionalizar los principales activos de la multinacional española Repsol, hasta entonces accionista mayoritaria de la compañía petrolera argentina YPF. La regla de la propiedad pública es menos universal de lo que sugiere Kirchner –Total, BP, Exxon, etc., son empresas privadas–, pero remite a otras luchas por la reapropiación de las riquezas colectivas: la nacionalización de British Petroleum por parte de Mohammad Mossadegh en Irán en 1951, la del Canal de Suez por Gamal Abdel Nasser en Egipto en 1956, la de los activos argelinos de Elf y de Total por Houari Boumedienne en 1971, el embargo de la empresa Yukos por parte de Vladimir Putin en Rusia en 2003. Sin olvidar, a la misma época, la recuperación del control de PDVSA por parte de Hugo Chávez.

La Casa Rosada les reprocha a los ex propietarios de YPF haber distribuido el 90% de las ganancias de la empresa a sus accionistas. Por falta de inversiones, la producción nacional de petróleo bajó un 20% desde 2004, y las importaciones energéticas se multiplicaron por veinte. Una situación tanto más enojosa cuanto que Argentina, aleccionada por una experiencia dolorosa, ya no quiere depender de acreedores extranjeros (menos aun del Fondo Monetario Internacional) para equilibrar sus cuentas.

Bien recibida por su pueblo, la audacia del gobierno argentino le valió pedidos de indemnizaciones extravagantes, amenazas de boicot comercial y las profecías más sombrías. Pero Argentina sabe de pájaros de mal agüero. En 2001, cuando Argentina, exangüe, dejó de pagar su deuda y devaluó su moneda, se le predijo una crisis de la balanza de pagos y la quiebra económica (1). Desde entonces, sus cuentas externas se volvieron excedentarias, su PIB aumentó en un 90%, el desempleo y la pobreza disminuyeron (2). Antes que solidarizarse con los accionistas de la multinacional española, Europa debería inspirarse en el voluntarismo político argentino.

1. Maurice Lemoine, “Argentina 2001, Grecia 2012”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, abril de 2012.
2. Mark Weisbrot, “Argentina’s critics are wrong about renationalizing oil”, The Guardian, Londres, 18-4-12.

* Director de Le Monde diplomatique.

Fuente: Le Monde Diplomatique

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comentarios

By Minuto Arrecifes

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One thought on “Barajar y dar de nuevo (Por Serge Halimi*)”
  1. Son mas coherentes los de afuera que muchos de la oposición que tenemos adentro increibleee¡¡¡¡¡ Espero este sea un ejemplo y paren de hacerle el caldo gordo a Clarin y la Nacion que lo que menos les importa es la Argentina.

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