Entre las imágenes que agolpan en la mente reconstruyendo los lugares donde transitan los recuerdos, hay objetos que aparecen con más fuerza que otros… no se si por mi carácter, pero siempre caminé mirando el piso, y esa imagen  no se me borra. La casa de mi abuela tenía baldosas amarillas y verdes, las de la iglesia eran rojas y muy gastadas, las de la galería de mi escuela primaria eran rojas con borde blanco cada cuatro, formando cuadrados más grandes, si quiero acordarme de mis días en la Escuela 87 y los de la Escuela 7, lo primero que aparece frente a mi es el piso de la galería.

Hoy volvía a la escuela. Ya no existe la galería donde estaba la campana -debajo de ella he estado alguna vez en penitencia- ni las baldosas rojas y blancas ni las tejas rojas con tirantes de madera, ni el árbol con el banco rojo de madera que lo rodeaba. Mi salón de primer grado se convirtió en gabinete y el de primero A es la dirección.

Busqué algún lugar que me llevara a los años 60, que me devolviera por un rato aquellos días y me lo regaló la portera. – ¿Querés guardar la bicicleta en el depósito? El depósito era mi salón de segundo grado, el piso sigue siendo amarillo con las mismas viejas baldosas que pisábamos todos los días. Sólo faltaban los bancos de fórmica y caño y las duras sillas de madera. Me acordé de mi caja de fibras de colores y el abuso que hacía de ellos cuando tenía que hacer algún trabajo en el cuaderno. Un lío de colores que no pegaban uno con otro. Me acuerdo de mi compañera de banco y su guardapolvos, de mi maestra… por ahí lo más difícil es recordarnos nosotros mismos en medio de aquel escenario en la mente. Probablemente eso es lo que buscamos cuando volvemos a ciertos sitios, encontrarnos.

Era el festejo del día de la tradición y estaba esperando que comenzara el acto con los chicos para bailar unas danzas folclóricas y de repente ahí estaba! Flaco, alto, el último de la fila siempre. La espera en la biblioteca puso adelante mio el piano de la escuela y entonces lo vi. Me vi al lado de Mechi mientras ella tocaba el Himno. No es extraño que haya sido la música la que imprimió el recuerdo más grato de una de las maestras que más recuerdo de mi primaria.

Volver a tu escuela puede provocarte muchas sensaciones, y probablemente hay que agacharse un poco para verla tal como era, si no es que la han reformado toda, como en el caso de la Escuela 7. Así y todo, todavía está ahi. En el piano, en algunas placas de las bodas de oro de la Escuela que yo había visto cientos de veces en las paredes de la galería de ingreso, y no mucho más, la vieja puerta de madera ya no está en la entrada, aunque se conservaron sus rejas en el frente, ninguna de las maestras actuales habían nacido cuando era un alumno de primaria y los chicos tienen la edad de nuestros nietos. Entonces, si casi nada queda, estoy convencido de que uno vuelve no a ver «como están de ausentes las cosas queridas», sino como están presentes aún, en algún rincón, una baldosa, un piano…

Gracias a la Escuela 7 por la invitación.

M. Zaccaría

 

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By Minuto Arrecifes

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