El desinterés como bandera – Por Matías Goyoaga
La tarde cae en Arrecifes y la segunda Feria del Libro realizada en la escuela N5 comienza a despoblarse.
Son las 18 Hs. y la sala donde iba a dar la charla sobre Bullying y discriminación está vacía, fría y triste.
…
“Les diría, en primer lugar, que recen, que no condenen, que dialoguen, entiendan, que den espacio al hijo o a la hija”, “Cuando ESO se manifiesta desde la infancia, hay muchas cosas por hacer por medio de la psiquiatría, para ver cómo son las cosas. Otra cosa es cuando eso se manifiesta después de los 20 años” —opinó el papa, tras la pregunta que un periodista le hizo respecto de la homosexualidad, mientras volaba de regreso a Roma el pasado mes de agosto del corriente año —. Ahora yo me pregunto; ¿rezar? ¿entender? ¿hay muchas cosas por hacer? ¿psiquiatras? ¿cómo son las cosas? ¿cuando se manifiesta después de los 20 años?
Respondamos estas preguntas tan ocurrentes.
¿Rezar?
Cuando era chico rezaba. Mucho. Inclusive fui monaguillo un par de años bajo la custodia de la hermana Pilar y lo que más ansiaba en aquellas épocas eran los domingos por la mañana. Poner los cancioneros en los bancos y rezar para que me tocara a la derecha del padre en la misa —que podría recitarla hoy a la perfección—.
—Silencio de boca. Silencio de oídos. Silencio de ojos. Muchos silencios. Cuando uno está en frente del padre dios todopoderoso el silencio de las palabras no basta—solía decir cada sábado la hermana Pilar, mientras los rayos del sol se filtraban por una ventana baja que daba a la calle Rivadavia—. Yo obedecía, porque le temía mucho a ella, y mucho más, a ese dios. Le temí tanto que rezaba cada día para que me ayudara a dejar de sentir lo que sentía sin querer —pero que hoy quiero tanto—.
¿Entender?
Cuando era chico no entendía. Muy poco. Inclusive casi nada. Pero sí sabía que le estaba fallando a todos ellos, inclusive a ese dios que todo perdona, que todo ama —aunque existan varias excepciones por ahí dando vueltas—. Al crecer en el seno de una familia flexible y con abundancia de amor, me di cuenta de que no había nada que entender, porque no había nada que explicar.
¿Hay muchas cosas por hacer?
Por hacer, no. Que se hicieron, sí. Los homosexuales somos perseguidos desde tiempos remotos. Asesinados, encarcelados, condenados a la muerte en público, golpeados y burlados. Por las religiones, por las sociedades, por las culturas, por la familia, por los amigos, por el sistema educativo, por el vecino, por el desconocido. Nada hay para hacer en algo que es natural, algo que no se elige —y que aunque se eligiera, no se le pide nada a nadie por elegirlo— algo que condiciona al ser humano que lo siente, que lo vive, que no lo puede evitar. Simple. Tan simple como el vaso de agua que posa en frente de mí. Algunos heteros y otros de maneras distintas, que se siente tan profundo en cada ser, que estamos cansados de tener que explicarles cómo nos dimos cuenta o a qué edad surgió ESO. Eso que rompe con la naturalidad de las mentes estrechas, y que todas esas mentes, podrían ser tan anormales como yo para ustedes. En otras palabras, nada hay para hacer cuando nada malo se hace con un otro.
¿Psiquiatras?
Sí, claro, y sus terapias son más que efectivas, porque son médicos de la salud mental y se dedican a trabajar con decenas de patologías, siendo una de ellas, la homofobia. Pero este señor —la autoridad máxima de esta religión tan pacífica que, casualmente, siempre termina vinculada a monarcas y gobiernos dictatoriales homicidas, llevando a la muerte a millones de personas, generando el genocidio más grande de la historia de la humanidad— se refiere a otra cosa en su ignorancia no sólo extrema sino tan patética como pública. ¿Cuando ESO —la homosexualidad— se manifiesta desde la infancia, hay muchas cosas por hacer con la psiquiatría? Desde el año 1990 —se tomaron su tiempo— la Organización Mundial de la Salud, dejó de considerar a la homosexualidad como una enfermedad mental, en cambio, la homofobia sí es considerada una enfermedad psicosocial y que debe tratarse en cualquier individuo que la posea. Caso contrario, si no hay cura, serán los responsables del hostigamiento, persecución y homicidios causados a la comunidad LGBT.
¿Cómo son las cosas?
Reitero. Simples como lo sigue siendo este vaso. Los seres humanos sentimos y no tenemos por qué andar por la vida explicando cada uno de esos sentimientos. La sexualidad NO se elige. Es una condición de vida. ¿Acaso vos elegiste ser heterosexual? ¿Acaso yo elegí ser gay? Te invito a recordar cuándo te diste cuenta de tu sexualidad y te redoblo la apuesta. Te invito a que la elijas. A partir de ahora, si sos heterosexual, elegí ser gay o viceversa. ¿Pudiste? Me parece que no.
¿Cuando se manifiesta después de los 20 años?
La sexualidad es algo que se desarrolla en la infancia y los causales de advertirla después de la adolescencia no se debe a un arte mágico, sino a la represión causada, en la mayoría de las veces, por el entorno familiar, y en otras, por los parámetros que esta cultura retrógrada sigue exigiendo día a día. Etiquetas. Sé blanco, hetero, con marido o esposa, con hijos, un auto —si tenés dos, la rompés—, el hogar y la casita de verano. No importa lo que sentís, no importa lo que querés. Obedecé a los mandamientos —religiosos y culturales— y vas a ver qué bien que dios te recompensará.
Son las 18.30 y habiendo terminado de responder esas preguntas que me hice tras escuchar a este tipo que destila ignorancia en cada paso que da —no sólo en temas de sexualidad— comienzo por el principio. Sí, por aquello que me motivó a escribir esta nota. Porque con los párrafos anteriores y otros recortes informativos, iba a arrancar la charla sobre Bullying que tan generosamente las bibliotecarias de Arrecifes quisieron que dé en el marco de la segunda Feria del Libro de la ciudad. “De religión y política no se habla”, y por haber hablado poco, tenemos este planeta tan violento e injusto. Porque no podemos estar ajenos a lo que ocurre en el mundo, específicamente en nuestro país vecino, Brasil. Una ola de odio y violencia extrema, avalada por casi la mitad de su población. Casi como si estuviésemos viviendo en la Alemania nazi pero en el año 2018. Donde votamos y apoyamos al racismo, la violencia, el maltrato, la desigualdad.
Llegué puntual a la escuela N5 con todo el material para abordar un tema delicado, que nos atraviesa profundamente y que, de manera lamentable, sigue ocupando un lugar en la agenda de nuestro país, aunque evidentemente no esté en el ‘top ten’ de las agendas del estado ni de las autoridades que tienen todo a su alcance para hacer algo.
Entré a la sala. Se escuchaba la música de una banda local que estaba terminando su show y las únicas personas que caminaban el colegio eran las organizadoras. Volví a observar la sala. Vacía, solitaria, en silencio. Como todos aquellos que sufren día a día del hostigamiento en soledad, callados y vacíos por dentro. ¿Dónde está la gente? ¿Dónde están los profesores? ¿Dónde está la inspectora? Hay un evento en el Consejo Deliberante —me respondieron—. Yo había renunciado a mis actividades laborales para quedarme un día más en Arrecifes. Entusiasmado por contribuir, desde mi humilde lugar, con la concientización y la lucha contra la discriminación en todas sus variantes. Con un montón de material para debatir, audiovisuales, estadísticas, estudios y casos de éxitos de cómo advertir en las aulas de nuestra ciudad cuando alguien padece de hostigamiento. Con información para todos esos docentes —ausentes— que tienen muchísima responsabilidad de lo que les pasa a los alumnos en sus horas de trabajo. Con propuestas para la autoridad máxima escolar que podrían implementarse a partir del próximo año porque este ya está casi culminando. Con ganas, muchas ganas, que comenzaban a transformarse en decepción y tristeza. Pero en ese instante recordé la última charla que di sobre esta problemática en Arrecifes. Justo un año atrás, en la primera edición de la Feria del Libro, donde presenté mi novela —que trata el tema en cuestión— y donde además, se reflexionó sobre la necesidad de erradicar de la ciudad el concurso del mariposón que, además de atrasar y tildar a nuestra ciudad —como tantas otras que se encuentran en el centro del debate— de retrógrada, pone en ridículo al sistema de educación público que contribuye con el hostigamiento, la burla y la exclusión. Porque no hay justificación, no existe argumento para seguir burlándose, no existe una razón para seguir haciendo algo que a alguien le duele. Fue en ese instante en que la decepción y la tristeza se transformaron en resignación y evidencia, porque si después de un año, donde se debatió y se pidió a la inspectora distrital, desde diferentes agrupaciones, que se eliminara ese concurso nefasto de una fiesta tan emotiva como lo es la del estudiante en Arrecifes, no sólo se volvió a hacer sino que tomó alcance en los medios nacionales —periodistas reconocidos por la lucha en temas de género y diversidad denunciaron semejante atrocidad— y poca importancia le dieron, vuelvo a resignarme para procesar el enojo que por suerte se esfuma a los días y me permite seguir contribuyendo en estas causas desde mi lugar.
Son las 19 Hs. y, de alguna manera extraña, me siento satisfecho por haber podido volcar algo de lo que hubiera sido esa charla en estas líneas. Porque siento que cuanto más insistamos en informar, más contribuimos en derribar esos estigmas asquerosos que obstruyen el camino de cualquier persona que se atreve a ser diferente —por decisión o condición—. Porque ser diferente es simplemente caminar a la par del otro, rompiendo con estructuras arcaicas que atrasan, excluyen y matan.
No se trata de mí. Sino del Bullying.
No se trata de mi obra. Sino de las víctimas.
No se trata de la poca audiencia, sino del desinterés.