Menemismo y Kirchnerismo: Ese inconfundible aire de familia
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Hasta hace un tiempo era apenas una simple percepción, una vaga sospecha, hoy es una realidad incontrastable. Hubo quienes que en un principio no quisieron hacer públicas esas impresiones, un poco por miedo a las críticas y también porque las mentiras repetidas hasta el cansancio las 24 horas del día si no alcanzan a convencer al menos siembran dudas.
Hablo en concreto de las personas que notaban un cierto “aire de familia”, una imborrable huella genética entre el menemismo que padecimos hace veinte años atrás y el kirchnerismo que sufrimos hoy. Era como si a pesar de una barba postiza, una peluca o algún otro artilugio, ciertos gestos delataran la verdadera identidad de quien se ocultaba tras esos disfraces, en el caso del kirchnerismo su retórica “progresista”, su épica inventada, su interesada manipulación de los derechos humanos.
El primer indicio de que quienes así pensaban no estaban tan errados se tuvo hace menos de un mes a través de declaraciones del diputado Jorge Yoma, aquel señor con mostachos tipo manubrio de bicicleta quien -distanciado del oficialismo- dijo refiriéndose a los kirchneristas algo así como que “nos acusan a nosotros de liberales y ellos (los K) son más menemistas que nosotros”. ¡Y mire que era menemista el señor Yoma!, que en aquellos tiempos fue una mezcla de Pichetto y Agustín Rossi con unos toques de Anibal Fernandez para defender cada una de las barrabasadas de su entonces jefe.
Y como si ello no fuera suficiente para convencer a los incrédulos, ahora apareció el mismísimo Carlos Saúl, cuyo apellido los supersticiosos no quieren mencionar por temor a invocar a la mala suerte, como si haberlo tenido de presidente durante diez años no hubiera sido una verdadera desgracia nacional. Lo cierto es que después de mucho tiempo de silencio, Menem reapareció para elogiar el gobierno de Cristina Kirchner y asegurar que «La Presidenta se encargó de conducir el país como lo está haciendo, con un éxito como vemos”, para luego asegurar que “el kirchnerismo procura llevar a cabo una tarea similar a la que llevamos quienes nacimos y crecimos en el mundo del justicialismo”.
Es de imaginar las puteadas que habrán brotado desde los despachos oficiales al conocer las nada ingenuas declaraciones de señor de Anillaco; tanto despotricar (y con razón) contra los malditos años noventa y contra las políticas neoliberales y resulta que quien las implementó a mansalva los sale elogiando, un verdadero salvavidas de plomo. Pero en fin, se necesitan mutuamente, Menem para no ir preso y los K para que levante la mano en el Senado y aprobar ciertas leyes. Una acotación: dado que Menem hizo esas declaraciones dentro de un ciclo de la Escuela de Gobierno bonaerense que depende del sciolismo, debe pensarse que Scioli no es tan ganso como parece y que en el reparto de puteadas debe haber ligado mas de cuatro.
Volviendo al tema central, resulta útil hacer una especie de juego de los parecidos y diferencias entre el menemismo y el kirchnerismo. Entre las similitudes podría mencionarse su voracidad de poder, la manipulación de la Justicia, la corrupción sin freno y sin castigo. Entre las diferencias podría señalarse que “Menen lo hizo” pero en lo suyo había una dosis de picaresca que lo hacía más tolerable. Se autoproclamaba el Presidente más exitoso de todos los tiempos pero no rescribía la historia para sostener esa fábula, existían menemistas y antimenemistas pero las diferencias quizá podían discutirse en una mesa de café o en una reunión familiar sin temor a que todo se pudriera. El kirchnerismo hace lo mismo -lo dice Menem- pero con un grado de soberbia e hipocresía intolerable: millonarios que amasaron su fortuna ejecutando hipotecas se dijeron defensores del pueblo, abogados que jamás presentaron un “habeas corpus” en tiempos del Proceso se presentaron como adalides de los derechos humanos. Podríamos seguir con este ejercicio de similitudes y diferencias pero, para no abrumar, elegimos como cierre una contundente y genial frase de Sebastián Borenstein en una de sus no menos geniales columnas de los domingos en Clarín y que él, de puro modesto, atribuye a un tercero: “El kirchnerismo es el menemismo con cara de culo”.
Carlos R. Martinez
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