¿Y si en lugar de celular usan corazón y cerebro?
Semanas atrás, yo estaba dando una conferencia en la Academia Española en Roma (o, más bien, tratando de darla).
Me distraía una luz intensa que me hacía difícil leer mis notas. Era la luz de la cámara de video del celular de una mujer del público.
Resentido, comenté (como lo hago ante fotógrafos impertinentes) que de acuerdo con la división del trabajo, cuando yo trabajaba ellos debían de dejar de trabajar. La mujer apagó su cámara con aire oprimido, como si yo la hubiera sometido a una verdadera afrenta.
Este deseo de estar presente con un ojo mecánico en lugar de con un cerebro parece haber alterado mentalmente a un número significativo de gente que normalmente es educada. Los que estaban tomando fotografías y filmando videos probablemente salieron con algunas imágenes, pero sin tener idea de lo que habían escuchado.
En varias ocasiones he hablado acerca de cómo dejé de tomar fotografías en 1960 , después de una gira para conocer catedrales francesas que yo había fotografiado como un demente . Al regresar a casa del viaje me encontré en posesión de una serie de fotografías muy mediocres y ninguna memoria real de lo que había visto . Arrojé la cámara, y durante mis viajes posteriores sólo he grabado en mi mente lo que vi.
Una vez, cuando tenía 11 años de edad, me topé con una conmoción inusual en una avenida importante. Desde la distancia, vi las secuelas de un accidente.
Un camión había golpeado a un carromato que un granjero manejaba, acompañado por su esposa. La mujer había sido arrojada al suelo. Su cabeza se había roto y ella yacía en un charco de sangre y materia cerebral. Todavía recuerdo con horror que, en ese momento, a mí me parecía como si una torta de crema y frutillas se hubiera estrellado en el asfalto. El esposo de la mujer sostenía la cabeza de ella, llorando desesperadamente. No me acerqué mucho, porque estaba aterrado. No sólo era la primera vez que veía un cerebro desparramado en el suelo (y afortunadamente fue la última), sino que era también la primera vez que estaba en presencia de la muerte.
Y la angustia y la desesperación.
¿Qué habría pasado si yo hubiera tenido un teléfono celular equipado con una cámara de video, como las que tienen todos los chicos hoy en día?
Quizá hubiera grabado la escena para mostrarles a mis amigos que yo había estado allí. Y quizá hubiera subido mi tesoro visual a YouTube, para deleitar a otros devotos. Después de eso, ¿quién sabe?
Si hubiera continuado grabando tales desgracias, me habría hecho totalmente indiferente al sufrimiento de otros.
En lugar de eso, conservé todo en mi memoria .
Setenta años después, la imagen mental de esa mujer me sigue rondando y, de hecho, me ha enseñado a identificarme con el sufrimiento de otros en lugar de ser indiferente a él . No sé si los jóvenes actuales tendrán las mismas oportunidades que yo de madurar al llegar a la edad adulta, para no hablar de todos los adultos que, con los ojos pegados a sus teléfonos celulares, ya se han perdido para siempre.
Por Umberto Eco (Escritor y Semiólogo italiano)
Comente esta nota
comentarios