Marcos Bahamonde, colombófilo y amante de las aves
Marcos Bahamonde es “el negro”, todos lo conocen por su sobrenombre y por ser amante de las palomas, más precisamente de la colombofilia. Un pibe que para la gente siempre se muestra sonriente, de buen humor, conversador y pícaro.
Estuvimos varias semanas dando vueltas para hacer esta nota, y nunca advertí, hasta el día preciso en que nos juntamos, que para él hablar de sus palomas era mucho más que hablar de colombofilia.
Las palomas, en la vida del negro, son su vida. Representan su infancia, su cable a tierra, su tiempo. Representan también el amor por su abuelo, de hecho su palomar se llama “El Abuelo”, y tiene calcomanías que reparte entre amigos y conocidos con el nombre de su palomar.
El negro llegó a casa con unas hojitas impresas de Wikipedia, donde dice que la “Colombofilia es la cría y adiestramiento de palomas para convertirlas en palomas mensajeras, capaces de volver a su palomar desde puntos distantes”. “Ahí tenés todo, mucho más no hay, está re bien explicado ”, me dijo asustado para evitar el grabador.
Obviamente no me podía quedar con esa explicación fría e impersonal. Negro, necesito que te olvides del grabador y me digas que es la colombofilia para vos, le pregunté. “Es un hobby, que realmente nos apasiona a los colombófilos. Es una rutina, una forma de vida a la que le dedicamos los 365 días del año. En ciertos meses competimos, y esa es la parte más linda de la colombofilia, competimos campeonatos de pichones, adultos y fondo”, fue su primer respuesta.
Un amigo suyo me dijo que les dedica muchísimo tiempo a las palomas, por eso indagué por ese lado, y él me respondió “se me complica con el trabajo, pero todas las mañanas las miro para ver cómo bostean. Según el bosteo es cómo está la paloma, el color la forma y otras cosas. También las reviso, por ejemplo si tienen comida en el buche es porque no están bien. Al mediodía cuando llego del trabajo lo primero que hago es soltar las palomas a volar, todos los días de lunes a lunes”.
De a poco la charla fue tomando color, el grabador quedó en segundo plano y el negro prendió otro pucho, pero ya más tranquilo. Como las palomas, la charla se fue por las ramas varias veces, pero me contó lo suficiente para entender la pasión de los colombófilos, el amor por sus palomas y el recuerdo de su abuelo.
Tiene 150 palomas, y reconoce a cada una de ellas, tanto cuando vuelan como dentro del palomar. Una de las 150 es su preferida, “ este bichito es mi amor, se llama «La Negrita», y si se muere ella me muero yo”, me dijo, y fue cuando supe que valía la pena conocer a este nuevo personaje arrecifeño.
Si vos no estás, ¿quien las cuida?
“Estoy siempre, puedo llegar a faltar en el verano si me voy de vacaciones. Aunque me acueste a las 7 de la madrugada, me levanto igual y las hago volar. Mientras las palomas vuelan yo voy a comer, y ni bien termino limpio el palomar, que es fundamental. Agarro la espátula y la escoba y dejo todo bien limpito”.
¿Cuánto tiempo vuelan las palomas al mediodía?
Entre una hora y una hora y media. Recorren todo el pueblo, vuelan en bandada, y vuelven a mi casa. Cuando están por bajar les chiflo.
¿Les chiflas?
Sí, de chiquitas yo les enseño que cuando les chiflo es porque está la comida. Entonces bajan todas en 5 minutos, son alrededor de 150 palomas. Tengo las de carrera, adultas y pichonas todas juntas, y el palomar reproductor con 25 machos y 25 hembras. Con la comida le doy los remedios, porque para competir deben tomarlos. Son palomas que hacen mucho esfuerzo, son atletas y se entrenan todos los días. Una o dos veces por semana las saco a la ruta y hacen aproximadamente 50 km. Todos los días hacen lo mismo.
¿Y si te olvidas el palomar abierto se escapan?
No, porque no están obligadas. El palomar es su casa, ellas se van pero siempre vuelven porque ese es el lugar de ellas.
¿Desde cuándo estás en el mundo de las palomas?
Compito desde el 2006, pero tengo pájaros desde los 6 años y palomas desde los 12 años.
Siempre me gustaron las aves, tenía patos, palomas, cualquier tipo de pájaro. Andaba por la calle recolectando palomas por todos lados, estaba loco, quería palomas, palomas y palomas.
Una vuelta estábamos jugando al fútbol, en una canchita, y un amigo me dijo que sabía de un tipo que tenía palomas. Entonces conocí a un tal Rodríguez, que era colombófilo y había dejado de competir, es un hombre que ya falleció. Rodríguez nos hizo pasar, muy amable, y nos mostró las palomas que tenía. Yo quería que me regale, y él me dijo que quizás más adelante nos iba a dar alguna, porque tenía muchas, no las podía mantener y ya no corría más. Imaginate que a partir de ese momento estábamos todos los días mañana y tarde en lo de ese tal Rodríguez, y nos empezó a regalar de a una, de a dos, y nos fuimos llevando algunas palomas.
Ese señor me nombró a un tal Muñoz, que estaba empapado en el tema, entonces agarré la bicicleta y me fui a la casa de Hugo Muñoz. Actualmente es mi padrino colombófilo, competimos juntos y nos vemos todos los días.
Muñoz no estaba en la casa, pero la mujer me dijo que a las 18 hs iba a soltar las palomas, y a las 18 hs en punto yo estaba ahí. Me empezó a contar como era la historia, que las palomas se mandaban lejos. A mí de entrada no me gustó nada, porque yo a las palomas las quería tener conmigo.
A la semana este Muñoz fue a mi casa a ver las palomas que tenía, porque quería que empiece a competir. En ese tiempo aún vivía mi abuelo, que le gustaban las palomas pero no les daba tanta bola. Más que nada le gustaba lo que hacía yo.
Muñoz me dijo que tenía que hacerme un palomar, y yo no tenía ni idea de nada, además a los 12 años no tenía un mango. Y mi abuelo miraba, y no decía nada. Pasó el tiempito y mi abuelo agarró voleo, y empezó a hacer el palomar. Se daba maña, y me hizo un palomar impecable, era un bocho el viejo. Se hizo un palomar impresionante, con madera, chapa, ladrillos, de 3 metros por 2 metros.
Después Hugo me trajo 20 pichones. No sé en ese momento, pero hoy en día los pichones valen alrededor de 500 pesos cada uno, así que imagínate que me hizo flor de regalo.
Debe haber pensado “aprovecho ahora que encontré uno más loco que yo”
Sí, claro, se daba cuenta que me encantaba. Y en ese momento éramos 4 ó 5 que estábamos en el tema. Estaba López, Muñoz, Piero el cerrajero y Bilbao que vive en el barrio Fonavi.
¿Cuándo te animaste a competir?
En el año 1997, en San Antonio de Areco, mi primera carrera a 2 puntas y salí sexto. Corrí 2 carreras, y se me perdieron muchas palomas, por eso esperé hasta el año siguiente que arranqué con 60 pichones y anduve muy bien.
La satisfacción es que las palomas lleguen bien, llevártelas a tu casa.
Al ser un hobby con animales, supongo que el vínculo se hace muy fuerte, y te deben dar tanta alegría como tristeza
Varias veces lloré por las palomas, porque las perdía, porque sentía que hacía algo mal y te agarra un momento de angustia.
Es un hobby especial, porque vivís con ellas, te encariñas y por ahí no vuelven más. Las palomas salen a una carrera y dependen de sí mismas, y juega el factor climático, se pueden golpear contra algo, las atacan los chimangos, los halcones, hay de todo y están solas por más buenas o malas que sean.
Siendo atletas, supongo que más tiempo les dedicas mejor andan en la competencia
Sí, si pudiera darles más tiempo estaría siempre entre los primeros.
¿Hay palomas que sean mejores atletas desde su nacimiento?
Por supuesto, hay muchos casos de palomas que no reciben los cuidados necesarios y ganan carreras con excelentes tiempos. Yo tengo una paloma que es crack, todas las carreras está en la punta.
¿No la vendes?
Podría, pero a mi no me gusta. Nunca vendí ninguna. Hay colegas que han vendido, por ejemplo en San Antonio de Areco. En Argentina no es tan competitivo como en Holanda, o Bélgica, países en los que se paga hasta 2 mil euros una paloma.
¿Existe alguna competencia mundial de colombófilos?
En España, una competencia mundial que se llama “La Barcelona”, y es espectacular. Sueltan 3 ó 4 mil palomas, y la que llega primero vale una fortuna.
¿Viajas mucho con este tema?
Sí, he conocido toda la zona, Chacabuco, Baradero, San Pedro, Capital, Ramallo, Zárate. Conozco cualquier cantidad de gente por la colombofilia. El más conocido de los colombófilos es Marcelo Más, es un genio de la colombofilia. Después más veterano es Juan Carlos González Riega, un símbolo, de los que más saben.
¿Recordás alguna gran alegría en una competencia?
Muchas. Una vuelta corrimos en Azul, y se largó a llover cuando aún no había llegado ni una paloma del sur. Al otro día mientras limpiaba el palomar escuché un toc, en el techo del palomar. Entonces marqué en el reloj y gané la carrera, gracias a ese pichón que había vuelto volando desde Azul, sin parar, bajo la lluvia.
¿Qué es lo más lindo de la colombofilia?
Para mí el domingo, en casa, esperando que lleguen las palomas es lo más lindo de todo. Me siento con el relojito, y hace de cuenta que vuelo con ellas, me aíslo totalmente.
Lo que más me gustaría es ganar alguna carrera importante, eso es lo más lindo, o bien ganar un campeonato, que he estado cerca pero nunca lo gané. Fui subcampeón, cuarto, esteuve cerca varias veces pero por falta de experiencia, de tiempo o de un buen palomar, nunca se me dio.
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