Como los locos, queremos cambiar haciendo siempre lo mismo
Uno de los puntos que me interesa reflejar, respecto al «único y primordial» tema del momento en que se convirtió intencionalmente YPF, es que la llamada “nacionalización” no lo es tanto en la práctica. Lo que realmente se hizo, y que en los medios y discursos se reflejó con matices heroicos como “la expropiación de una transnacional”, fue crear una Sociedad Anónima directamente ligada al gobierno (no al Estado) que se encargará de contratar a otra transnacional que realice las inversiones que Repsol no cumplió.
Es una maniobra que en teoría garantizaría la explotación y el descubrimiento de nuevos yacimientos de crudo. Pasando en claro, es reemplazar un modelo por otro de características similares. Si la privatización no funcionó, lo básico hubiera sido crear un organismo participativo, público, estatal y con profesionales idóneos, que fije y controle los límites de la transnacional elegida.
Repsol YPF fue un fracaso, por qué repetirlo
Negocios y corrupción de por medio, Repsol sacó provecho – y petróleo- hasta el cansancio de nuestro suelo nacional y popular. Lo básico, lógico y justo hubiera sido que se controle el contrato firmado. Pero no fue así, ya que los protegidos por nuestra madre patria (¿?) aprovecharon inteligente e ilegalmente la década de la pizza con champagne y la del petróleo para todos de comienzos del siglo XXI: agigantaron sus beneficios a corto plazo a fuerza de reducir las inversiones acordadas por contrato legal. Además, aprovechando los beneficios del capitalismo y la globalización, trasladaron sus siderales ganancias a la sede española en el exterior. Lejos de reinvertir y apostar al crecimiento de nuestro país aunque sea “por el derrame de su propia riqueza”, los billetes provenientes del oro negro se utilizaron para especular en los líquidos mercados financieros internacionales.
Hay que cuidar el petróleo como a Messi en el Barcelona
El mundo atraviesa actualmente una crisis energética originada por el agotamiento de las principales fuentes de energía, como son el gas y principalmente el petróleo. Si bien siempre se supo que el petróleo algún día se agotaría, nunca se estimó realmente cuándo llegaría ese día.
Los recursos naturales deben ser declarados patrimonio exclusivo del Estado, y su explotación debería potenciar el desarrollo económico nacional. Una posibilidad, por ejemplo, sería cobrarle al menos un porcentaje mayor a cada empresa extractora. En Ecuador ya se hizo, y lejos de ahuyentar las inversiones extranjeras, crecieron. El negocio es de tal magnitud que sigue siendo redituable, no ahuyenta a los inversionistas, aun cuando así parece al escuchar a los defensores de los intereses privados pataleando y amenazando.
Luego, y es otro tema tanto o más importante, habría que comprometerse con políticas a mediano y largo plazo, que apunten a la reinversión de las regalías obtenidas en el desarrollo de nuevas fuentes de energías alternativas.
Al menos, le demostramos agallas
Un mérito del gobierno nacional fue, en lenguaje cotidiano, haberse plantado ante los poderosos intereses extranjeros. No es del todo sorprendente, sino más bien una elección que continúa por el camino transitado por varios socios del Mercosur, entre ellos Brasil, respecto a la política económica internacional.
Desde mi punto de vista, si tanto ruido hizo en la CNN, en el FMI y hasta Obama se tomó un tiempo de su apretada agenda para dar a conocer su molestia respecto a este tema, es que algo bueno se hizo. Si los estados se exceden en concesiones y ven al inversor extranjero como a un Dios, estos se manejan como tales y su misericordia se traduce en impunidad, humillando la soberanía nacional, y haciéndonos quedar como lamebotas.
Cuando la realidad nos sobrepasa, generalmente recurrimos a la esperanza y la fe. Por eso, queridos lectores, esperemos un milagro para que YPF sea un motor nacional muy potente y ruidoso, y no como dijo Cristina “una empresa para becas políticas”.
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