«Pobres», por Leandro Gabilondo
Dios nos dice por cucaracha que sigamos,
que el show debe continuar.
Los pobres juntamos cartón,
escribimos,
leemos,
nos vamos a la B,
tenemos una cocina de pasta base,
nos inundamos,
y obviamente,
como prototipo standard de pobre,
tenemos hambre,
histórico,
auténtico.
Los pobres nos compramos un iPad,
conocemos Europa,
nos suicidamos,
nos abandonan,
abandonamos,
nos arrepentimos,
y nos sentimos abandonados.
A los pobres nos dicen negros,
pero esos que nos dicen negros,
también son pobres,
y así sucesivamente,
somos una pobreza.
Los pobres tenemos objetivos,
por ejemplo:
formar una familia,
esos son los objetivos que tenemos los pobres,
labrador té con leche,
juguetón,
hijos cachetones
y mucho patio en Béccar.
Son nuestros objetivos,
nuestros sueños,
y bueno,
esfuerzo, responsabilidad,
educación, valores,
el speech que todos conocemos;
por eso los pobres también queremos ser futbolistas,
revocar el comedor,
hacer una pileta,
un quincho.
Algunos pobres queremos terminar la secundaria,
tener futuro,
porque los pobres queremos ser alguien,
poder sacar en cuotas,
que confíen en nosotros.
Los pobres somos del oeste,
viajamos en tren,
nos matamos,
nos matan,
nos dejan toda una vida entre las chapas,
perdidos,
solos;
otros pobres que nos buscan también se pierden,
nos ignoran,
porque ellos también son la muerte desapercibida,
después nos encuentran,
pobres,
muertos y pobres,
pero nuestros padres,
nuestros amigos pobres,
le meten, le meten y le meten,
porque los pobres tenemos los huevos bien puestos,
como los stoppers de la década del 80,
barbudos y medias bajas;
aunque con eso no alcanza,
los pobres estamos hartos,
se nos seca la garganta,
puro llanto,
los pobres estamos podridos,
como supo estar mi corazón,
cuando ya nadie se hizo cargo del aire,
un cacho de carne hediondo dentro de un tupper,
derrotado y solo en la heladera rota de tu alma.
Es que los pobres no tenemos fuerza,
no tenemos nada,
ni siquiera misterio,
sólo podríamos tener poder, voz y voto si nos organizamos,
pero lamentablemente,
sólo nos organizamos para coger,
o para ir a Gualeguaychú,
porque los pobres también nos vamos de vacaciones,
y pará,
también cogemos,
bien, mal, tristes,
pero cogemos.
Los pobres somos obsecuentes y cínicos,
porque la obsecuencia también es ser cínico,
hay que dejar de ser obsecuentes por lo menos dos años,
la obsecuencia es una plaga,
pero así somos los pobres,
alta plaga,
somos obsecuentes del progresismo,
obsecuentes de intelectuales,
obsecuentes de los que denuncian la obsecuencia,
obsecuentes de nosotros mismos,
hasta somos obsecuentes de algunos cínicos cooltos,
los de la gaseosa finamente gasificada
y la ensalada césar.
Así somos los pobres,
frivolizamos la miseria,
no nos escuchamos,
no nos entendemos,
nunca dejamos un poco en paz a la ironía,
nunca dejamos de jugar al anarcorecoleta,
nunca dejamos de hacerle pogo al silencio.
Los pobres somos gerentes,
mozos,
serenos,
diputados o docentes.
Los pobres somos facheros,
cobardes,
fachos,
putos,
chetos,
cabezas,
estamos en cana,
somos asesinos,
violadores,
periodistas.
Los pobres tenemos campo en la pampa húmeda,
tanteamos el pronóstico del clima por internet,
le contamos a papá,
llueve,
el viejo sonríe,
mientras otros pobres nos mojamos,
dormimos en una vidriera,
morimos de frío,
de miedo.
Los pobres nos recibimos
en la UBA o en la UCA,
nos refregamos el título en la cara,
estemos donde estemos,
eso nos caracteriza,
eso es bien nuestro,
eso es ser un pobre con todas las de la ley.
Y como a pesar de todo,
incluso del tiempo,
los pobres siempre tenemos fe, ilusión y esperanza,
nos permitimos caer en lugares comunes;
entonces me animo a decir que,
juntos,
los pobres podemos cambiar el mundo,
o algo así,
y ojalá,
tenga un final hollywoodense,
que ganemos nosotros,
como en las pelis que miramos los pobres.
Autor: Leandro Gabilondo – http://telojuroportuhamster.blogspot.com.ar/ –
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