Víctimas del Vaciamiento
Hace unos días ocurrió un tristísimo episodio para los argentinos, y sin dudar los medios nacionales titularon la “Tragedia del ferrocarril”, “Tragedia en Once” y otros títulos similares. No quiero parecer Mariano Grondona (dios lo permita) con sus demostraciones de “conocimiento”, cuando explicaba el origen en latín de ciertas palabras. Pero es necesario aclarar que una tragedia es una forma de interpretación cuyo origen se remonta al teatro griego en sus comienzos, y desde ese entonces hasta hoy se utiliza para rotular una fatalidad, un hecho inevitable, un desenlace obligado que impide torcer el destino. Comienzo aclarando esto porque voy a referirme al magnicidio que ocurrió en la Estación Once, consecuencia de la corrupción polític0-empresarial existente en Argentina desde hace décadas, y que podría y puede evitarse con voluntad legislativa, judicial y ejecutiva, con conocimiento de los hechos, memoria y reflexión.
Aunque creamos que “esas cosas sólo pasan en capital”, estamos equivocados. La muerte de 51 personas y cientos de heridos sí ocurrieron en capital, pero los aproximadamente 7600 muertos anuales que ocurren en accidentes de tránsito en Argentina desde los noventa (sólo hasta ahí llegan las estadísticas de la ONG “Luchemos por la Vida”) nos tocan a todos, nos llegan a todos y tienen directa relación con lo ocurrido.
El vaciamiento de la industria ferroviaria de transporte de carga y de pasajeros comenzó con el gobierno militar de los ´70, continuó con Alfonsín en los ´80, y maduró el knock out con las privatizaciones realizadas en los ´90. Los ferrocarriles se privatizaron porque perdían 1 millón de dólares por día. Hoy, cuestan 3 millones de dólares diarios y sólo queda el 20 por ciento de los ferrocarriles que teníamos.
Desde el año 1999 que se retiró el nefasto Carlos Menem, ninguno de los inoperantes De La Rúa, Puerta, Rodriguez Saa, Camaño y Duhalde, ni tampoco el matrimonio Kirchner se tomaron siquiera la molestia de sugerirle a las empresas privadas dueñas de las ilegales concesiones que mejoren su servicio, que inviertan, que hagan al menos algo con las millonarias ganancias. Y si no hay ganancias (que le queda a un obrero o un empleado entonces) que utilicen para lo que deben utilizar los descomunales subsidios recibidos.
Pino Solanas, desde hace años, resalta: “Los servicios públicos no tienen como objetivo dar renta, su objetivo es dar un servicio eficiente a la comunidad. Los ferrocarriles no son rentables en ninguna parte del mundo, porque la escuela pública y el hospital tampoco los son, esa fue una gran mentira que se difundió en la Argentina, que los servicios públicos debían dar ganancias, sino había que liquidarlos”.
Es obligación del Estado, sea cual sea el gobierno de turno, exigir que se cumplan los contratos que otorgan las concesiones. No sólo no se han cumplido, sino que ni siquiera se han tomado la molestia de hablar del tema. Las concesiones renovadas con el kirchnerismo son una continuación de los negociados corruptos, penables y asesinos que se realizan sin interrupciones desde los ´70.
Estatizar ahora no sirve, ya es tarde. Y peor aún es hacerlo como manotazo de ahogado, ya que debiera ser sistemático como parte de la función básica de cualquier gobierno al que le interese administrar los destinos de su pueblo. Si estatizan TBA entonces sientan una especie de jurisprudencia, por así llamarlo, y deben estatizar el petróleo y la minería que pagan irrisorias regalías por recursos nuestros, no descubren pozos nuevos y matan gente contaminando. La pesca, oligopolio en manos de empresas extranjeras. La agricultura, cuyas exportaciones están decididamente sujetas a la decisión de los pooles sojeros (incluido el gobierno) que se cuentan con los dedos de una mano.
En Arrecifes somos víctimas a diario de accidentes fatales en las rutas, no ocurren porque estamos precisamente en Arrecifes, sino porque las carreteras son asesinas en todo el país debido a su mal estado, debido a la insuficiente inversión de los peajes, debido al inexistente control y exigencias de los gobiernos, debido al insoportable nivel de corrupción al que nos acostumbraron.
Los camiones transitan excedidos en su peso de carga para economizar viajes, por eso se estropean las rutas, y se beneficia el peor sindicato de los últimos tiempos, el de Hugo Moyano. Las rutas no son arregladas ni por las provincias, ni por la nación, ni por los peajes privados. Rutas estrechas, rutas con baches, rutas sin marcar, rutas argentinas y asesinas.
Los muertos en accidentes nos afectan a todos, y están directamente relacionados con la no utilización de la estructura ferroviaria. Por ejemplo, un tren mediano lleva tantos pasajeros como diecinueve ómnibus; una locomotora arrastra la carga de cincuenta camiones. En 2011 el transporte vial le ocasionó al país casi 8.000 muertos y miles de heridos. No es sólo imprudencia o exceso de alcohol: es el colapso del sistema de transporte a raíz de la drástica reducción del ferrocarril, directamente proporcional al poder que actualmente ostenta el actual presidente de la CGT.
Citando nuevamente a un gurú del tema, Pino Solanas, “hay que preguntarse por qué hoy están los mismos concesionarios que llegaron con Menem. Están porque es un negocio, lo que muchos ferroviarios denominan el triángulo de la corrupción formado por la Secretaría de Transporte, la burocracia sindical y las empresas”.
El decadente estado de la industria ferroviaria es delicado y se relaciona directamente con la pobreza, la demografía, la corrupción. Actualmente contamos con un 40% menos de vías y de trabajadores ferroviarios que en 1955. Cientos de pueblitos quedaron aislados de las rutas pavimentadas y sus habitantes debieron emigrar a ciudades urbanizadas, con todo lo que ello implica.
Fue un magnicidio, con responsables y culpables. Nos afecta a todos, porque el tren de la línea Sarmiento es consecuencia de los discursos no acompañados por hechos que ya son una metodología K, que desembocan en las miles de muertes que conocemos cotidianamente a través de los medios. Como dice Susan Sontag (en su excelente libro “Ante el dolor de los demás”) “ya no podemos ser inocentes, somos testigos”.
Ayer, las burdas declaraciones de la Presidenta estuvieron a tono con las inconcebibles declaraciones de Schiavi. Intentó lavarse las manos en un discurso contradictorio en el que primero afirmó “no esperen de mí actos demagógicos, nunca lo hice y no lo voy a hacer, y menos aún con la muerte”, y después intentó endulzarnos los oídos diciendo “los 40 millones de argentinos y las víctimas necesitan saber qué es lo que pasó”. El secretario de Transporte Schiavi, días atrás había enardecido los ánimos por su ya tristemente célebre opinión de que lo ocurrido produjo muchos muertos por la “cultura argentina” de viajar en los primeros vagones. Reflejo de la decadencia institucional que nos aqueja desde que uso mi humilde razón, se evidencia que los mandamases de las principales instituciones argentinas no sólo no tienen la preparación necesaria, tampoco tienen dignidad. Si de cultura hablamos, en el año 1994 Hermética, una banda de heavy metal actualmente disuelta, lanzó un disco llamado “Víctimas del Vaciamiento”. Sus canciones criticaban y reflejaban la corrupción del gobierno de por aquél entonces, y una de sus letras decía “La muerte es ocultar la verdad, el vacío es dejarse mentir. En un avión se llevó el dineral, y volverá por mas cuando lo olvides”.
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