Anoche hubo fiesta en el club de blues local
Botafogo brilló en dos noches bluseras que pusieron fin a «Arrecifes Sapiens Rock 2012». Fue en Pasaje Albania, Arrecifes de la puerta para afuera, San Telmo de la puerta para adentro. También tocaron músicos locales.
Pasaje Albania es el lugar perfecto para un hombre como Miguel Vilanova. O no. Quizá sea al revés: Miguel Vilanova es el hombre perfecto para un lugar como Pasaje Albania. Como sea, esta conjunción, esta gallina para este huevo y viceversa, lejos de ser una coincidencia, es la acertada decisión de Patricio Fierro que eligió este reducto (que tal como esta concebido, de ser mi habitación sería un desorden infernal, pero que puesto allí donde y como está compone un marco inmejorable para el desarrollo de actividades artísticas) para que Botafogo lo colme de blues, y cerrar así su ciclo «Arrecifes Sapiens Rock 2012» con dos shows, uno el sábado, cuyas entradas se agotaron rápidamente, y otra el día domingo, también a sala llena.
Aunque en distintos días, ambas galas se dieron bajo un mismo clima, el de fraternidad, el de saberse en un sitio pergeñado para eso y para esos que componen la fauna de un hábitat así, para que entre triciclos que cuelgan del techo, panfletos de Galeano y buen vino, se encienda la noche, la del domingo en este caso, casi un sábado bis-víspera de feriado y se abra en el espacio un agujero en la rutina de los fines de semana Arrecifeños.
La cosa empezó casi al margen de la impuntualidad permitida para estas ocasiones, pero nadie se dio cuenta y no consta en ningún libro de quejas, y terminó los primeros minutos del lunes con la madrugada recién afilando los colmillos. En esas casi dos horas, Botafogo fue amo y rey. Sentado solo y frente a no más de 70 personas, desplegó las alas de su(s) guitarra(s) para hacerlas volar una y otra vez y construir su propio túnel del tiempo para volar desde aquel día que llegó a la sala de ensayo de Pappo´s Blues vistiendo sus 17 años con su uniforme del colegio y El Carpo le dijo «eso es un bajo, toca» (cuenta imitando la voz de Norberto Napolitano) hasta gemas más actuales. Por supuesto, las referencias a Pappo fueron parte del asunto en su constante recuerdo más desde el humor que desde la melancolía, como también sucedió con Clapton, B.B. King, Hendrix y Janis Joplin.
Divertido casi siempre, ocurrente muchas veces, sabio todo el tiempo, entre un blues y otro hizo mención a su vida en Japón, a sus presentaciones en África y su larga estadía en España, país al que se fue en 1978 donde por aquellos años, relató, Moris («o el padre de Birabent, ese de las novelas») era muy reconocido y cada vez que uno levantaba un teléfono en la calle podía escuchar su último disco completo, rematando la anécdota revisitando a su modo un clásico de uno de los creadores del rock argento, junto a otros a los que también versionó como Edelmiro Molinari (integrante de Almendra), Ciro Fogliatta (creador de Los Gatos Salvajes, que luego fueron Los Gatos), la poesía urbana de Javier Martínez para un inoxidable de Manal como es «Avellaneda Blues» y la inevitable referencia al Flaco Spinetta con «Rutas Argentinas» en el que bien pudo haber sido el instante más celebrado de la velada. Hubo espacio también para David Lebón, Memphis y su «Moscato, pizza y faina», el «Maldito piano» (maldita guitarra, en esta oportunidad) de las Blacanblus, «El último Blues» de Celeste Carballo y «Me gustas mucho» de Viejas Locas en otro momento festejado.
Y antes de que los nuestros (Tucho Duzac, Seba Rochi, Rolo Zalloco, Anamari Solanes, Jhonny Montes, Matías Rapachi y más) se hagan cargo del asunto, ya cerca del final, con un monólogo inspiradísimo como intro, convirtió «Imagine» en Imagina y con una versión en castellano del himno de Lennon dejó imantada la sensación de que ahí, y en ese instante, Botafogo era un soñador, pero no era el único.
Por Diego Amaya (para MinutoArrecifes)
[satellite auto=»undefined» thumbs=»undefined»]