Cuando conocí a Adrián no fue en circunstancias del todo convencionales siendo que él es cura. Fue en un casamiento, pero no en la iglesia sino en la fiesta posterior. Mi visión de los sacerdotes era diferente a la que él me causaba en aquélla ocasión. Me parecía una persona normal, que no intentaba demostrar su conducta intachable sino que prefería sentirse uno más, para profesar sus creencias de igual a igual.

Adrián Javier Galligani, nació el 27 de julio de 1964, y a sus 47 años es el querido y conocido cura de la Iglesia San José de Arrecifes. “Escribí que soy soltero eh”, bromea antes de empezar la entrevista. En su familia todos son bautizados, tomaron la comunión y se casaron por iglesia. La rama paterna de la familia era de descendencia italiana, católicos todos y religiosamente los domingos a misa. Del lado materno, su abuelo era anticlerical. Osvaldo, su padre, actualmente es jubilado, trabajó en la construcción  y con camiones. Elsa, su madre, fue siempre costurera. “Mis padres me educaron libremente, siempre me dejaron elegir lo que quisiera. Pero eso sí, yo elegía y tenía que responder”, aclara Adrián.

Nacido en Capital Federal, más precisamente en el porteño barrio de San Telmo, en las calles Tacuarí y Belgrano. “Me encanta el tango. La música me gusta toda, menos lo metálico, porque no lo entiendo”. Siendo sacerdote y viviendo en Pergamino había empezado en el conservatorio a estudiar lenguaje musical y guitarra, hice primer y segundo año. La música es un lenguaje universal, y su armonía te pone en comunión con vos mismo y con el entorno. Pero bueno, quedó ahí. El ejercicio del ministerio es muy exigente y no me daban los tiempos”.

¿Si no hubieras sido religioso serías artista?

Quizás, el mundo de las artes me tira. Cuando era chico hice arte escénico, luego de adolescente estudié arquitectura y música.

¿Cómo fue tu infancia?

Iba a la escuela, y me gustaban los juegos de barrio. ¡Al fútbol era un desastre, me mandaban al arco y yo iba sin protestar pero siempre me hacían 4 ó 5 goles! Pero sí me gustaba hacer kartings con rulemanes, me interesaba diseñarlos. La tabla, los ejes, las ruedas, cómo manejarlos, etc. Entonces yo salía a buscar las chapas para la parte de adelante y todo eso me entretenía. También la bicicleta, era furor la bicicross, y habíamos hecho una pista con pozos, charcos de agua, curvas y contra curvas, todo en un baldío que quedaba cerca. También me gustaba mucho ir al cine.

¿La religión aún no estaba tan presente en tu vida?

Lo religioso siempre estuvo de una manera u otra en mi vida, pero no me atraía demasiado la institución y los hombres de la religión.

¿Y tu adolescencia?

Hice los dos primeros años de secundario en Villa Constitución y a los 16 años me fui a vivir con mis abuelos a Juan Bernabé Molina (aclaración: coloquialmente el pueblo es conocido como JB Molina), un pueblito chiquito en la provincia Santa Fe.

¿Eras de carácter tranquilo?

Eeeehhh no, la verdad que no (risas). Era muy hincha guindas, muy cuestionador. Pero ese es un perfil que es más fuerte que yo. Ahora aprendí frente a ciertas opiniones a callarme la boca, pero la verdad es que siempre fui muy kilombero en ese sentido. Nunca tuve reparos en decir lo que pensaba y aquello en lo que no estaba de acuerdo. Mi forma de ser me trajo muchas complicaciones, pero tengo muchos amigos y varios de ellos me los gané después de decir un montón de cosas.

Y con ese perfil, ¿nunca se te cruzó por la cabeza hacer política?

Sí, y de hecho lo hice. En el año 1983, con la recuperación de la democracia, fui de los que votaban por primera vez. Y previo a esas elecciones, a los 17 años ya me puse de cabeza a militar. Me gustaba esa movida, a pesar de que me traía conflictos familiares con mis parientes en JB Molina, ya que algunos de ellos fueron intendentes.

¿Y actualmente te identificas con algún partido?

Hoy no podes hacerlo. Lamentablemente veo que en la actualidad ponerse la camiseta por algún ideal está en un segundo plano. Hoy lo primero es poder llegar, poder relacionarse y poder sacar algunas ventajas. Creo que hay muy poquita gente con una mirada profunda en la política y con un verdadero interés de servicio.

Yo vi muy de cerca como se peleaban en una comuna de 1200 personas por llegar al poder, dejando a los jóvenes de lado. Nos utilizaban para poner una marcha, repartir panfletos, fiscalizar las mesas y esas cosas. Pero las decisiones importantes se tomaban en un cuarto oscuro, igual que ahora. Observando esas luchas por poder yo pensaba qué pasaría a nivel nacional si eso sucedía en un pueblo de 1200 habitantes.

¿Y cuando se da el paso de la política a la religión?

Después del secundario quise estudiar arquitectura y no pude, entonces me recomendaron que haga algo redituable económicamente y me metí a hacer analista de sistemas, pero duré sólo 6 meses. Luego hice el profesorado de matemáticas, porque me gustaba mucho la geometría y ya a los 20 años me metí en el seminario.

De muy joven.

Pero cuando entré era de los mas grandes, muchos que entraron conmigo tenían 17 ó 18 años. ¿Vos pensás que todos los que entran al seminario lo hacen después de pasar una terrible experiencia en sus vidas no?

Y, es un pensamiento bastante común.

Si, pero es muy triste pensar así. Y no es tan común ver esos casos, porque si tomas el sacerdocio como un manotazo de ahogado no sirve. La vida sacerdotal como todo en la vida tiene también sus grandes desilusiones, y si no estas enamorado de lo que estas haciendo y tenes una fuerte convicción no podes seguir adelante.

¿Qué pensaba tu familia cuando decidiste ser sacerdote?

Mi familia directa no era tan religiosa, no iban todos los domingos a misa y todo eso. Sin embargo los valores evangélicos los mamé en el seno de mi casa. El abrir las puertas de tu casa para escuchar a los demás, la solidaridad, preocuparnos porque nos vaya bien a todos. Nosotros nos levantábamos a las 8 y se abrían las puertas al barrio, mi vieja era la tita Merello de San Telmo, aún le dicen “la doña”. De chicos pasamos muchas necesidades, éramos una familia humilde de clase media/baja con muchas necesidades, pero lo que los otros necesitaban siempre estaba. De alguna manera todo lo que hay en mí de vocación de servicio se gestó en mi casa.

O sea que aceptaron sin problemas que elijas una carrera religiosa.

Sí. Y luego cuando entro al seminario descubrí que los valores que había aprendido en mi casa eran mucho del evangelio. Ahí fue cuando empecé a sanar mi relación con la iglesia. Yo había entrado al seminario con una gran contradicción, por un lado una vocación que me llamaba a ser sacerdote y por otro mucho reniegue de la institución. Al principio fue terrible, porque mi deseo era muy fuerte pero no entendía porque me tenía que meter en algo que institucionalmente no compartía. La filosofía y la teología me ayudaron a ahondar en mí mismo y así descubrí que lo que me habían enseñado en mi casa era lo que el evangelio invitaba a vivir.

¿Te llegaste a replantear seriamente seguir en el seminario?

Todos los días durante 4 años. Además era muy pasional, llegaron a hacerme un informe diciendo que era anarquista.

¡Un anarquista en el seno de la iglesia!

Tengo una tendencia natural a conectarme con ciertas situaciones y tener una respuesta inmediata, que creo que yo alcanzo a ver y el entorno no. Cuando estoy convencido de algo, si no me argumentan bien y me convencen de lo contrario, es muy difícil que de el brazo a torcer. De todas formas siempre te enriquece mucho la opinión contraria del otro.

¿Tuviste alguna relación sentimental importante?

Estuve de novio. A los 18 casi 19 años, y mantuve un año y medio de relación fuerte.

¿Es un lindo recuerdo?

A ver (suspira)…fue una relación muy comprometida. Estaba muy vinculada la pareja con nuestras familias, compartíamos las fiestas. Incluso había un proyecto serio de compromiso y casamiento, en esa época teníamos muchos amigos que a los 22 años ya estaban casados.

¿Y por qué terminaron?

Porque surgieron un montón de cosas en las que no había compatibilidad, muchos puntos de vista encontrados y hasta muchas discusiones. Resolvíamos una situación pero al tiempo volvíamos a lo mismo. Entonces si bien yo era muy polémico, la armonía la necesitaba como cualquier persona. Y en ese interín estábamos algo distanciados, yo ya me había metido en los grupos parroquiales, y surgió la posibilidad del seminario. Entonces le dije, antes de que se entere por otro lado, “vení que te tengo que contar algo”. Y chau.

¿Cambiando de tema, cuánto hace que estás en Arrecifes?

Ocho años y medio. Pero hace mucho más que me conocen, venía como seminarista los fines de semana, cuando me ordené me acompañó mucha gente de acá. Por suerte hay una relación muy linda con el pueblo.

¿Qué imagen crees que se tiene de vos?

Hay de todo, pero yo mido las relaciones. Salgo a la calle y me saludo con todo el mundo, incluso con gente con la que he tenido diferencias y hemos continuado la relación. Creo que tengo una relación afectiva muy fuerte con mucha gente del pueblo, chicos, jóvenes y grandes. La mitad de mi vida está ligada a Arrecifes, de hecho descubrí mi vocación por un retiro que hizo un grupo de jóvenes de esta parroquia.

Y es reconfortante

Sí, porque si hay algo de lo que estoy convencido es que lo único que se lleva mucho al otro mundo es el amor que recibe y el amor que dio. Realmente yo no funciono si no tengo relaciones humanas. Si vos me queres aniquilar, ignorame.

¿Siempre te sentiste preparado para ser cura?

No, es como una paternidad porque nunca estas preparado. De hecho cada vez que me dicen padre me agarra un cosquilleo muy fuerte. Una de las grandes luchas mías fue no ser papá biológico, la gran deuda que tengo conmigo mismo y con mi historia. Aunque ya lo asumí, y a esta altura estoy más en edad de ser abuelo que papá (risas).

¿En el seminario te preparan para enfrentar esos planteos internos?

Mirá, cuando uno sale del seminario tiene una idea de lo que va a ser la Iglesia y el Ministerio Sacerdotal, y después se te da vuelta totalmente. Muchas cosas son desilusiones, muchas son logros. Creo que el plan de Dios es muy distinto del plan de los hombres, y Dios te va llevando por un camino que uno no se espera. Personalmente yo superé las metas que tenía cuando salí del seminario.

¿Actualmente sos feliz con tu vocación?

Disfruto mucho. Reniego a veces porque no tengo el tiempo necesario para disfrutar de mis amigos, de mi familia. Pero sí bien tengo mis rayes, soy feliz.

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By Minuto Arrecifes

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