Irritan
Quizás sea cierto que muchos no tenían definitivamente reflexionado el por qué de sus reclamos. Algunos que la inseguridad, otros que las cadenas nacionales, otros que la inflación, otros que La Cámpora, o la Rere, la corrupción o el dólar. Personalmente me sentí mas identificado con algunos reclamos mas que con las propuestas de soluciones.
Pero sí encontré, en la protesta del 13 de septiembre, un factor común en todos los presentes: la irritación. Y nadie nos tiró gas lacrimógeno ni teníamos ninguna especie de alergia. Sino que tenemos irritados los nervios, porque la tolerancia tiene un límite, y se puede soportar la provocación hasta un cierto punto.
Entonces salimos a la calle, porque somos muchos más que un 54% los que pensamos que no nos escuchan, o peor, que nos toman por boludos. Y nuevamente provocamos lo mismo, que nos tomen por imbéciles. “No van a lograr ponerme nerviosa”, nos contestó. Y posteriormente todo el séquito de vampiros defendió la actitud y los dichos de Cristina. Golpes bajos, ninguneo, y sobre todo una evidente intención de clasificar y desmerecer despectivamente el supuesto sector social que habría encabezado el reclamo. Lo insólito es que todos sabemos que no fue sólo Barrio Norte el que reclamó, ni siquiera fue sólo Capital Federal, o la provincia de Buenos Aires. Pero siguen tratándonos como tontos. Supuestos señores con curriculums sin referencias comprobables, declarando con total impunidad “que fue un reclamo de bien vestidos, de golpistas, desestabilizadores”, mientras que ellos compran tierras (incluso de la zona de nuestro Partido), departamentos en los barrios más elitistas, y trabajan rodeados de millonarios con suculentas porciones en su recibo de sueldo no declarado. Por eso, lejos de escucharnos, irritaron nuestra paciencia aún más.
El hecho de una posible contramarcha refleja una desgastada actitud combativa, con dos posibles análisis. De realizarse, legitimaría claramente el surgimiento de un sector social que debe ser acallado. Si bien la oposición, triste, lenta y previsiblemente, tiró un aparejo lleno de anzuelos para ver en cual de ellos puede picar y enganchar a la gente que salió a la calle, la gente, por suerte, sabe que en política casi nunca un clavo saca otro clavo –sino que seguramente soportemos 2 agujeros-. Y de no realizarse, suponiendo y nada mas que suponiendo, por un lado le restarían importancia al reclamo y agrandarían la irritación popular; y por otro no se arriesgarían a escupir para arriba, siendo que la torta ya no alcanza para participar a los sindicatos, la clase media está enojada por no ver telenovelas, la clase alta sabe que la repartija es únicamente para los amigos K, y las clases bajas sufren la inflación que se come sus ingresos por ayuda social.
Te entiendo Cristina, y entiendo a los cristinistas. Sabemos que “el modelo” tiene sus costos y no se puede gobernar para el 100 % de la población. Pero sí se puede escuchar la amplitud de los reclamos. Sí se puede evitar la soberbia. Sí se puede asumir un error, y el Pueblo lo agradecería. Sí se puede debatir sin perder votos. Sí se puede dar marcha atrás, total, oposición no hay y a ustedes poner cara de piedra no les cuesta nada.
Conviene retroceder para tomar impulso y avanzar más rápido. Eso debieran haber hecho con el cepo al dólar, la rere, las limitaciones a las importaciones, el recorte de fondos a la Provincia, la Ciccone, etc. Ese es el gran problema, cuando hablan irritan, y cuando quieren hacer algo, por más bueno que sea, lo hacen mal.
La estrategia de manipulación de los hechos ya no es eficaz, jode más que lo que confunde. Es, una vez más, improvisada como las políticas del Gobierno. Sino no se explica de otra forma que Abalito encabece el rechazo a una «protesta del odio y la agresión», siendo que está podrido en guita, en tierras, y que su padre “consiguió trabajo” asesorando (una palabra excelente, como si con su experiencia aconsejara a Carlos Slim) a uno de los millonarios mas poderosos del mundo. La familia de Abalito, claramente, hace décadas que dejó de vestirse en outlets y ferias. Otro es Axel Kicillof, un ex profesor de economía de la UBA que encantaba a sus alumnos con sus clases de marxismo. Actualmente, sumado a la estrategia K, en lugar de utilizar su capacidad intelectual, cumple órdenes y amenaza acusando enemigos con el dedo índice ( «lo que habría que hacer es bajar el precio de la chapa y fundir al señor Paolo Rocca»).
La ineptitud y la soberbia encontraron su correlato en la irritación y el rechazo. El abuso de una estrategia discursiva produjo lo obvio, que los ciudadanos aprendan de memoria a qué apunta cada jugada. Cuestiones básicas de oratoria que, con el “asesoramiento” indicado, mejorarían la imagen presidencial. Aunque la tozudez y la obsecuencia a veces llegan a límites insospechados.